Una de las cosas que menos me gustan de Pekín es la cantidad de vallas que hay por todas partes cortándote el paso, anulando tus movimientos, o a veces, no dejándote más remedio que saltar. Es terrible, una represión peatonal de la que no he encontrado precedentes en ninguna parte del mundo.
Muchas veces, las vallas te aparecen cuando llevas un buen rato andando por una calle, y te dejan sin salida. Tienes que desandar lo andado porque a alguien le parece mal que pases por un lugar que debería ser público. Y al principio de la calle-emboscada, ningún cartel te avisa de que no hay salida al otro lado...
Otras vallas infames son las que hay rodeando los lugares con césped. No son a la altura del tobillo, como en España, sino a la altura del cinturón, o más arriba. ¿Es que nadie confía en los ciudadanos? Para tener un césped encerrado, mejor no lo pongan, señores.
Luego están las vallas en la calzada: hay calles enteras, sobre todo las principales, en las que una valla recorre todo el centro de la carretera. No basta una isleta como en otros países: una valla bien alta y fea... y resistente a los golpes, claro, porque esa valla es un peligro para los autos, que no pocas veces chocan contra ella. El otro día, en Dongsishitiao, vi un automóvil que se había empotrado contra una, se había quedado con el morro subido a ese vil metal ¡y la valla aguantaba el peso! Por lo visto, las autoridades temen que si estas vallas no existieran, los autos cambiarían de sentido, harían "pirulas", en cualquier parte, y los peatones asimismo cruzarían por cualquier lado.
Pero las vallas que más enfermo me ponen, hasta el punto que he decidido crear la entrada de este blog para denunciarlas públicamente, son las de la estación de metro de Xizhimen. Están fuera de él, junto a la boca, y obligan a la gente a hacer un recorrido laberíntico, absurdo e inútil antes de poder entrar en el metro. Al alcalde de Pekín no parecen bastarle, porque todavía están colocando más, haciendo el laberinto cada día más grande y más kafkiano. ¿Hasta dónde van a llegar esas vallas, señores del Ayuntamiento? ¿Hasta la Villa Olímpica?
En fin, por todo esto, he decidido colocar esta pintada en una pared de Zhongnanhai, la residencia del presidente Hu Jintao:

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