
Hoy se han escuchado bombos españoles en China. Y por increíble que parezca, no era Manolo el del Bombo el que tocaba.
Todos los años por estas fechas hay un gran desfile de grupos folclóricos de los cinco continentes en una calle de Pekín -que cambia según el año-. En esta ocasión, como uno de los representantes de España, participó un grupo de tambores y bombos de Huesca, nada más y nada menos.
El grupo Tambores de Huesca, para los que no lo conozcan, suena parecido a los tambores de Calanda (Teruel), los de la "rompida de la hora". Con la peculiaridad de que también tocan música no religiosa: versiones en bombo de Queen, mambos, música caribeña... Parece imposible, pero se puede.
Ondeando la bandera de Huesca y con pañoleta verde, los tamborileros han tocado la Danza de las Espadas de San Lorenzo delante de un templo taoísta pequinés (que estaba completamente tapado, como si quisieran esconderlo). Sólo faltaba un poco de pastel ruso y algo de albahaca para que aquello fuera la mismísima Huesqueta.
No sé si los chinos han disfrutado del espectáculo, pues muchos estaban demasiado ocupados intentando no caer ante los empujones de la policía china, que, como de costumbre, se ha comportado de forma cafre, animal y bestiaja. Ya los pueden ir educando un poco más para los Juegos Limpicos, porque si no van a quedar como el culo...
Yo creo que lo de los tambores, aunque quizá sea un poco difícil de entender para los chinos por su desconocimiento de las tradiciones bomberas, ha estado muy bien, pues se ha salido un poco de la imagen tópica que España siempre vende por el extranjero.
Pero que nadie se preocupe, que también hubo un grupo de flamenco, venido desde Madrid. Sí, Madrid, que como todo el mundo sabe es la cuna del flamenco (o al menos eso pensarán los chinos que les han visto hoy). Hasta había uno de ellos que bailaba vestido de torero. ¡Ole! ¡Sólo faltó la paella gigante!
No quiero marcharme sin recordar que Manolo del Bombo vivió una temporada en Huesca, y quizá fue ese el germen de la afición oscense por el bombo... De hecho era vecino mío en Plaza Unidad Nacional (él vivía en el undécimo y yo en la portería, un piso más arriba). Una vez, Manolo se fue de vacaciones, sorprendentemente no se llevó el bombo con él, y lo dejó en nuestra casa para que se lo guardara mi padre. ¡Qué honor!
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