Una de las cosas que más me impresionan de mi estancia en Pekín es mi gran facilidad para romper puertas en esta ciudad. En cinco años aquí me he cargado cuatro, así que casi voy a una por año.
Las circunstancias en las que rompí las puertas han variado, aunque hay algunos factores comunes, entre los que podemos citar:
- La mala calidad, nula calidad, horrorosa calidad, de las puertas chinas, así como de muchos otros elementos de las casas de este país.
- La también escasa calidad de mi cerebro, o dicho de otra forma, la falta de recursos a la hora de afrontar situaciones complicadas o de ir con cuidado por la vida.
La primera vez que rompí una puerta -siempre hay una primera vez- fue a eso de las tres de la madrugada, cuando regresaba de una fiesta a mi casa. Si hubiera sido a otra hora, quizá hubiera optado por llamar a un cerrajero, pero en ese momento, quizá confundido por la noche y algo de alcohol, y con pocas ganas de regresar al frío nocturno de Pekín, decidí empezar a darle patadas a la puerta hasta descerrajarla. Que un alfeñique como yo pueda abrir una puerta a base de golpes de pata os da una idea de la calidad de los portales chinos.
También fue sorprendente el hecho de que ni un sólo vecino se molestara a ver quién estaba dando golpes ensordecedores en el rellano, ni llamara a la policía. Una muestra, quizá, de que los chinos están completamente blindados contra el ruido. Ninguno les molesta, lo cual no es precisamente una ventaja para las sufridas orejas extranjeras.
Sólo al día siguiente, a media mañana, vino la viejecita que era mi vecina -la misma que exterminó mis cucarachas- y me preguntó que qué había sido el ruidillo de la noche anterior.
Los chinos, quizá sabedores de que las puertas de madera en el país son bastante endebles, suelen colocar en numerosas ocasiones una doble puerta de entrada: en la parte más interior está la de madera, y en la más exterior una de metal, a veces forrada con los mismos adornos que se colocan en las casas rurales (símbolos de bienvenida al Año Nuevo, el caracter "felicidad", etc).
 Lo de la dobre puerta es otro síntoma del temor de los chinos a los ladrones, que también les mueve a enrejar ventanas por doquier, como ya comenté en este blog hace unos días.
Ayer me mudé de casa, y nuevamente tengo ante mí una entrada con dos puertas y tres cerraduras. ¡Temblad!
ACTUALIZACIÓN (28/12/2012): Casi un sexenio después, mi funesta relación con las puertas en China escribió un nuevo capítulo la pasada madrugada (menuda inocentada). La cerradura de mi nueva casa se trabó y tuve que llamar a un cerrajero... Por cierto que vaya manera más curiosa que tienen de abrir puertas (aunque no la cuento porque puede ser usada por enemigos de lo ajeno).
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