Ayer se publicaron los resultados del informe PISA, que compara la destreza de alumnos de más de 60 países en ciencias, matemáticas y lectura. Qué cosas, de pequeños nos dicen en clase que no nos comparemos las notas entre compañeros, y ahora resulta que los adultos lo hacen y encima a nivel globomundial... en fin, la vida cada vez es más competitiva, y el caso es que la ciudad china de Shanghai ha vuelto a liderar las tres listas.
También han quedado muy bien posicionados alumnos de toda Asia Oriental, desde Japón a Taiwán, Hong Kong, Macao, Corea del Sur, Singapur o incluso un país en desarrollo como es Vietnam (también lo es China, pero como sólo se ha estudiado Shanghái, que es la ciudad más rica del país, no es lo mismo).
 He leído muchas informaciones sobre este asunto, desde buenos análisis en los que se comenta que el éxito académico de los niños orientales a veces tiene un alto precio para ellos (menos tiempo libre y más presión, primar la disciplina sobre la imaginación) hasta pataletas de muy mal perdedor por parte de medios estadounidenses, ese pueblo al que no le gusta perder ni a concursos de a ver quién escupe más lejos. De estos segundos diré que a ver si aprenden a ser un poco losers en esta vida, que también va bien para incentivarse a mejorar. Y de los primeros, que tienen tanta razón que no añadiré más a lo que cuentan, aunque también os digo que yo cuando veo a los niños salir de las escuelas chinas los noto igual de gamberros y risueños que los de España. Algunos chinos me dicen que la verdadera presión llega en la universidad, aunque también he oído que los surcoreanos están muy presionados en la enseñanza secundaria, y que entrar en la universidad les descomprime y despendola un poco.
En fin, lo que yo querría aportar a todo este asunto es la visión cultural: no puede ser casualidad que los países en cabeza beban todos de la tradición confuciana, esa filosofía que venera al profesor como pilar de la sociedad. La excelencia no es asiática, sino de la Asia confuciana, y de hecho, viendo la lista completa del informe, llama la atención que países surasiáticos no confucianos, como Indonesia, Tailandia o Malasia (naciones bastante desarrolladas para la zona) están a la cola en resultados, mientras que otro país ASEAN como es Vietnam sí está en lo más alto, porque su tradición cultural enlaza más con chinos o coreanos que con sus vecinos de Indochina.
En China y los países que históricamente han estado en su órbita cultural, la educación es uno de los centros de la sociedad, a veces hasta de la política. El comunismo ha minado algo este asunto en décadas pasadas, por su rechazo a la tradición, pero lo ha retomado para darle protagonismo, viendo que el confucianismo tiene una parte de culto a la disciplina que al régimen le beneficia.
Viviendo en China me llama mucho la atención, por ejemplo, la gran atención que se da en los medios de este país a las noticias sobre educación. No hacen falta huelgas o recortes para que las informaciones sobre las escuelas estén a diario en las noticias. Todo hay que decirlo, no suelen ser buenas noticias (autobuses escolares que se accidentan con tropecientos niños más de lo permitido a bordo, profesores que maltratan o humillan a sus alumnos, aulas en muy malas condiciones) pero su presencia en los diarios, además de mostrar carencias, enseña que aquí hay una verdadera preocupación por el asunto de la educación, especialmente deseos de que mejore en el mundo rural. Zhang Yimou ejemplificó hace muchos años esta preocupación con su película Ni Uno Menos (por cierto, perdonad que me desvíe momentáneamente del tema, pero es que ahora al famoso director de cine lo que le están diciendo es que Ni Uno Más).
Es cierto que Asia Oriental no es quizá el modelo ideal de educación para seguir. Es verdad que muchos niños asiáticos ricos no tienen infancia, y que muchos niños pobres no tienen pupitre. Pero también hay que aprender alguna buena lección de sus resultados: el respeto -casi veneración- por los profesores, tan denostados a veces en países como España, y la preocupación continua por las cuestiones de educación, no sólo en tiempos de crisis económica. La educación es la base de nuestra sociedad, e informar sobre ella debería ser más importante que contar las pendejadas que se les ocurren a los políticos a diario.
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